El sentido del humor: manual de instrucciones
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Capítulo 4: Beneficios y contraindicaciones

Extracto "Salud mental"

La capacidad del sentido del humor para elevar el estado de ánimo y ayudarnos a superar los problemas contribuye también a prevenir las enfermedades mentales y quizás incluso a combatirlas. Desde los inicios de la psicología clínica, se le ha dado un papel importante al humor. Sigmund Freud, que escribió un libro muy serio sobre los chistes, consideraba que el humor reduce las tensiones, permite expresar impulsos prohibidos, y significa un triunfo del ego sobre las circunstancias. En la psicoterapia existen diversas escuelas que se sirven del humor en el trabajo con los pacientes, entre ellas la terapia racional-emotiva de Albert Ellis, o la logoterapia de Victor Frankl, además de metodologías específicas en el tratamiento de fobias, alcoholismo, problemas de pareja y otros ámbitos. Parece ser, por ejemplo, que un nuevo método para superar el miedo a las arañas mediante la creación de chistes y viñetas divertidas sobre estos bichitos es tan eficaz como el sistema tradicional basado en técnicas de relajación.
            Los psicólogos, sin embargo, coinciden en resaltar que desde el punto de vista terapéutico, no vale cualquier tipo de humor, sino que deben primar estilos humorísticos positivos. Los primeros intentos de investigar la relación empírica entre el sentido del humor “en general” y la salud mental no tuvieron mucho éxito. En los últimos años sí se ha confirmado esta relación, pero sólo en el caso de ciertos estilos humorísticos –aquellos orientados a superar los obstáculos y los problemas, reírse de los absurdos de la vida, o hacer reír a los demás. Las personas que muestran este tipo de comportamientos y actitudes positivas suelen sufrir menos depresión, ansiedad, y emociones negativas y gozan de una mayor autoestima y más emociones positivas.
            Cabe destacar en este contexto el importante papel de la risa en el control del estrés crónico, que como ya hemos visto es una de las patologías más extendidas en nuestra sociedad. El estrés es una reacción natural del cuerpo ante un peligro, que nos prepara para luchar o huir. Todos los animales experimentan esta reacción puntualmente, por ejemplo en presencia de algún depredador. El problema, en el caso de los seres humanos “civilizados”, es que rara vez nos enfrentamos con tigres o serpientes, pero nos estresamos más que cualquier cebra ante la infinidad de pequeñas amenazas (reales o imaginadas) que abundan en nuestra compleja vida moderna: el tráfico matutino, las lentejas que se queman en la olla, el mando a distancia que deja de funcionar misteriosamente, y un sin fin de etcéteras.
            Ante estas amenazas del mundo urbano, de poco nos sirve el mecanismo de lucha-huída, pero ahí estamos: gritando y enseñando dientes y puños a los otros automovilistas, insultando a la olla a presión, o arrojando el mando a distancia contra la pared. En otros casos, ni siquiera podemos expresar estos impulsos, y nos sentimos precisamente como una olla a presión a punto de reventar. Si estos ataques de estrés fueran ocasionales, como en el caso de las cebras, no habría problema. Lo malo es que a menudo todos estos "microestresores" contribuyen a provocar un estado patológico de "estrés crónico".
            Según los estudios de la Unión Europea sobre riesgos laborales, el estrés crónico es el segundo problema de salud más frecuente, después de los dolores de espalda. Y contribuye además a la incidencia de otros problemas psicológicos más graves, entre ellos la depresión. Por estos motivos, resulta alentador comprobar que el humor puede ser eficaz como remedio para combatir el estrés, como han demostrado numerosos experimentos. Por ejemplo, se les explicó a los participantes de una prueba que recibirían durante la sesión un shock eléctrico, una mentirijilla diseñada para provocar un estado de estrés. Aquellos participantes que escucharon al inicio de la sesión una grabación cómica puntuaron más bajo en una escala de ansiedad auto-administrada que aquellos que escucharon una grabación menos divertida. Otros experimentos han encontrado también diferencias en las medidas fisiológicas del estrés (ritmo cardíaco, conductividad y temperatura de la piel) entre las personas en condiciones humorísticas y no humorísticas.

Extracto "Efectos secundarios y contraindicaciones" de la sección "Efectos Fisiológicos"

Existen varios estudios que, sorprendentemente, han encontrado una relación negativa entre el humor y la salud: ¡las personas que puntuaron más alto en una escala de humor presentaban un cuadro médico peor! Al parecer, esto se debía a una asociación entre el sentido del humor y un estilo de vida más despreocupado que incurría en hábitos poco sanos: fumar, beber, comer en exceso, practicar sexo sin tomar precauciones, etc. Esta combinación queda perfectamente plasmada en la figura del humorista y vividor norteamericano P.J. O’Rourke, quien traiciona su salud (física, psicológica e incluso moral) con frases como ésta:

Nómbrame, si puedes una sensación mejor que la que obtienes cuando tienes media botella de Chivas en el saco, te has metido un gramo de coca por la nariz, y la belleza del asiento de al lado se quita el top mientras que sobrepasas los 160 kilómetros por hora en una calle residencial.

Evidentemente, no todos los "sentidos del humor" valen a la hora de reforzar la salud. Si nos tomamos el cuidado del cuerpo a la ligera o incluso vivimos la vida misma como un juego hedonista y desenfrenado, es probable que cualquier beneficio que obtengamos por reír más se vea contrarrestado por nuestros hábitos nocivos. En este contexto, es interesante que un estudio reciente ha encontrado una correlación positiva entre sentido del humor y salud entre aquellas personas que dan un valor alto a sus actividades vitales; pero una correlación negativa entre aquellas personas que no valoran mucho las cosas que ocupan su tiempo.
            La risa en sí, especialmente cuando se trata de una risa muy intensa, también puede provocar problemas a corto plazo. Cualquiera que haya sufrido un parto por cesárea o una fractura en las costillas sabe que la risa puede ser la peor de las pesadillas. Diversos estudios han identificado posibles efectos nocivos de la risa, especialmente en relación a otros problemas de salud. Puede provocar, en ciertas condiciones, ataques de asma, síncopes y micciones involuntarias ("mearse de risa", un problema que para las personas que sufren de incontinencia urinaria no tiene ninguna gracia).
            ¿Es posible, como suele decirse, "morir de risa”? Existen diversas leyendas históricas de ataques fatales de hilaridad. Cuentan que el filósofo estoico Crisipo encontró la muerte de tan divertida manera tras darle de beber vino a su burro y observar cómo el animal borracho se ponía a comer higos. Se supone también que en 1599 el rey de Burma Nandabayin se murió de la risa que le provocó la noticia, transmitida por un comerciante italiano, de que Venecia era un estado libre y no tenía rey. Y quizás la leyenda más inquietante sea la del mago celta que predijo el día de su propia muerte, y cuando ésta no llegaba se echó a reír hasta cumplir su presagio.
            Hay también algún caso más reciente y mejor documentado. Por ejemplo, el 24 de marzo de 1975, un albañil británico de 50 años llamado Alex Mitchell sufrió un ataque de risa incontrolable durante un surreal sketch del programa cómico The Goodies, en el que un gaitero escocés luchaba contra una morcilla maléfica. Tras 25 minutos de risa, emitió una última y tremenda carcajada y se desplomó muerto sobre el sofá. El informe médico citó la causa del fallecimiento como "infarto". Su mujer escribió una carta de agradecimiento a los humoristas por conseguir que los últimos momentos de su marido fueran tan maravillosos.
         Sin embargo, en casos raros como éste, se desconoce si la risa coincidió con el fallecimiento de la persona por casualidad, si fue un factor que contribuyó a acelerar el desenlace final (¿en qué estado se encontraba el sistema cardiovascular del señor Mitchell?) o si realmente se podía considerar la verdadera "causa" de la muerte, lo cual parece poco probable. No existen estudios serios sobre este tema, pero podemos con toda tranquilidad descartar la risa como riesgo mortal.


       


eduardo@humorpositivo.com

© Eduardo Jáuregui 2007
Ilustraciones de Opalworks y Ricardo Martinez
Fotografía de Eduardo por Daniel Torrelló